Parece que sí nos desintegramos
Luis Fuenmayor Toro
El 8 de diciembre pasado, planteé en este semanario mi inquietud por la ocurrencia de una serie de hechos protagonizados por grupos delictivos violentos, fuertemente armados, muy bien organizados, que han llegado a desafiar, cada vez con mayor frecuencia y a veces con éxito, la autoridad del Estado. Referí los casos patéticos del contrabando diario de gasolina y alimentos a Colombia desde el estado Zulia, que involucran a una mafia poseedora de miles de camiones de transporte, que viajan impunemente a través de la frontera sin que sean en absoluto molestados por la Guardia Nacional, el Ejército y ninguna de las policías existentes, que se comportan como cómplices o integrantes de las bandas dedicadas a este negocio.
Recientemente se ha informado que de Venezuela salen por contrabando unos 500 millones de litros de gasolina mensuales (100 mil barriles diarios), principalmente desde Zulia y Táchira, pero también desde Apure, Amazonas, Bolívar, Delta Amacuro e, incluso, hacia las islas del Caribe. Se trata de un negocio de unos 35 mil millones de bolívares al año, al venderla fuera de nuestra frontera a precios internacionales. Éste no es un negocio de unos camioneros, ni de unos transportistas con autobuses, busetas o taxis o de unos particulares con vehículos de doble tanque. Es un negocio de grandes mafias dirigidas por altos funcionarios y donde participan ministros, gobernadores, alcaldes, generales y altos jefes policiales.
Es un negocio estrechamente entrelazado con las mafias que operan en nuestras cárceles y con bandas internacionales, capaces de retar y enfrentar el poder de los estados nacionales, como ocurre en México, donde la delincuencia organizada ya controla territorios y ajusticia a miembros de las fuerzas de seguridad cuando son golpeados por éstas. Como ocurre en Brasil, donde los delincuentes tienen el control de una gran cantidad de actividades ilegales y, lejos de esconderse, disfrutan y hacen ostentación de sus posiciones y sus acciones frente al Estado y la sociedad, como se demuestra en la entrevista que el diario O Globo le hizo a "Marcola", capo brasileño que desde la cárcel dirige el "Primer Comando de la Capital", poderosa organización criminal de Sao Paulo.
Pero ya no se trata de lo que ocurre en otros países. Es lo que está ocurriendo en Venezuela. Fue espeluznante leer la noticia del enfrentamiento habido en el Guárico entre la banda del Picure y las fuerzas de seguridad del Estado, que incluían a las Brigadas de Acciones Especiales del CICPC de Guárico y Aragua y al SEBIN. José Antonio Tovar Colina, alias el Picure, de 25 años, uno de los delincuentes más buscados en el país, organizó su banda a partir del robo de vehículos en 2008, para luego dedicarse a la extorsión de ganaderos y comerciantes y al tráfico de drogas. Entre sus treintena de miembros tiene a soldados de la FAN, lo que significa personal entrenado, y disponen de un arsenal que incluye desde armas cortas hasta fusiles AK-103, Colt AR-15 y FAL, así como lanza granadas anti tanques.
A mediados de diciembre, la banda del Picure, responsable del asesinato de un funcionario del CICPC en el mes de julio pasado, tomó la cancha de la comunidad del barrio Bicentenario del Sombrero, estado Guárico, para la realización de una celebración con la población. Advertido el CICPC de la presencia de los delincuentes de la banda, se organizó una operación de captura con más de 200 agentes élites, que llevó a un severo enfrentamiento a tiros con saldo de ocho muertos y 9 heridos, la mayoría de la banda del Picure, quien sin embargo pudo escapar y se mantiene prófugo. Entre las víctimas fatales está lamentablemente un inspector del CICPC, según el parte dado por el propio ministro Rodríguez Torres.
Dos de los delincuentes fallecidos eran enlaces con los sindicatos que dominan los trabajos de las vías férreas en Guárico, lo que significa la penetración de este sindicato por la delincuencia con todo lo que de ello se desprende, en relación al uso y control de la futura actividad del ferrocarril. El Estado venezolano debió utilizar una fuerza diez veces superior a la de la banda del Picure, para tratar de salir airoso del enfrentamiento y aún así no pudo capturar al jefe de la banda, lo que indica el peligro en que se encuentra el país. La existencia de bandas incluso mayores y más peligrosas se ha generalizado en todo el territorio, donde actúan impunemente. Enfrentarlas y controlarlas exige una decisión política clara y un esfuerzo gigantesco que, de no realizarse, terminará por dejar el país en manos de las mismas.
La Razón, pp A-6, 22-12-2013, Caracas