EL LARGO Y TORTUOSO CAMINO HACIA LA INMORTALIDAD
Cuando en 1988, un desconocido de nombre Pedro Martínez aterrizó por primera vez en el Campo Las Palmas con apenas 5´8 de estatura y menos de 150 libras lo tildaron de "chiquito y flaquito". 27 años después y con una excelsa carrera en su historial llegó al templo de Cooperstown como todo un gigante, con el sobrenombre de Pedro El Grande.
Un ejemplo digno y viviente de que cuando se quieren alcanzar las metas en una determinada disciplina, no importa tamaño, ni peso para lograrlas y Pedro tuvo que lidiar con la escasez de atributos que denotaba por fuera, aunque en el interior poseía un corazón de león, capaz de vencer a cualquiera de los enemigos que encontrara en su trayectoria.
Obstáculos tortuosos fueron los que tuvo que vencer desde el mismo momento en que un día determinado, mientras limpiaba sus spikes en uno de los vestidores del Campo las Palmas, escuchó una discusión entre el cuerpo técnico, donde nadie quería responsabilizarse de la futura firma que le esperaba en las horas venideras.
Las dudas estuvieron sobre él tan pronto se produjo el contrato "No, fírmalo tú, responsabilízate tú de este contrato", fueron de las vacilaciones que existieron entre los directivos y que lamentablemente escuchó antes de otorgarle el primer contrato a quien para entonces su hermano Ramón ya hacia pininos en el equipo mayor, luego de pasar con éxitos las pruebas en las Menores.
"Yo no era el prototipo de pelotero que todos los scouts buscaban y esperaban firmar", expresa Pedro, al rememorar una trayectoria en la que tuvo que batallar mucho para poder sobrevivir, pues era rechazado por su falta de corpulencia y carencia del perfil de los lanzadores que se buscaba en la época como su hermano Ramón, Pedro Julio Astacio, Alejandro Peña, Balbino Gálvez, José Tapia, Juan Guzmán, entre otros.
Recuerda que era como una especie de "arañita" en un grupo de corpulentos jugadores, quien era de los últimos en ser llamado a lanzar como por ejemplo aconteció en unos playoffs celebrados por los Dodgers frente a los Tigres de Detroit en la final de la Liga de Verano de 1988 y donde para el juego final el equipo se quedó sin lanzadores y Pedro, quien estaba en la banca fue llamado por el dirigente Elvio Jiménez y respondió actuando de manera sólida durante siete entradas.
Desde ser tomado por los Toros como una especie de desecho hasta nunca recibir paga por este club, el Pedro que hoy sonríe y que en la actualidad exhibe su placa de inmortal de Cooperstown tuvo que atravesar muchas vicisitudes que solo por los sabios consejos de Ramón le hicieron echar hacia atrás, empero fueron muchas las ocasiones en que recogió su equipaje y quería retornar a casa.
Pero pudieron más la PASION, LA PACIENCIA Y LA PERSEVERANCIA.