Tal vez los gobiernos de la ¨revolución bolivariana¨, y muchos venezolanos que aún creen en que el Plan de la Patria es la vía para el desarrollo y la resolución de los ingentes problemas de Venezuela, den argumentaciones o encuentren excusas para defender las políticas del socialismo del siglo XXI aplicadas en estos 15 años, a pesar de los nefastos resultados que estas han tenido y de las críticas persistentes de la mayoría de los sectores independientes y opositores del país.
Para la dirigencia del bolivarianismo, como han explicado Jorge Giordani y Héctor Rodríguez, la revolución se cimenta en la pobreza, primero porque mientras más pobre es la población, mientras más dependan de las dádivas del gobierno, más fácil es ejercer el control sobre ella; segundo porque mientras mayor es la pobreza mayor es la lealtad hacia el proyecto revolucionario, pues ¨los humildes son los que llegan al final¨, como lo afirmó Tareck El Aissami, el gobernador de Aragua hace poco más de un mes.
Y de esta abominable premisa es donde seguramente parten otras políticas como, por ejemplo:
1) La destrucción del sistema productivo privado a punta de expropiaciones, leyes penales y laborales, restricción de divisas, pues no solo elimina a un sector que le es adverso, y controla férreamente a los pocos que persistan en su actividad productiva, sino que con ello se destruyen las fuentes de trabajo y se generan más venezolanos dependientes de misiones y aportes del Estado. Amén de que al caer la producción y restringir las importaciones, la escasez generalizada obliga a la población a deambular en busca de los bienes y productos necesarios para la subsistencia diaria, con ello se consigue mermar la actividad política y las manifestaciones públicas. Lo que no parece entender el régimen es que con esto está condenando a generaciones futuras a la desnutrición y a problemas graves de salud y desarrollo.
2) El afán de eliminar universidades autónomas y privadas, y sacando del juego al sector privado de la educación primaria, media y diversificada. Con esto no solo logra ejercer el monopolio del Estado sobre todo el Sistema Educativo, imponiendo el adoctrinamiento y la ideologización para construir al ¨hombre nuevo socialista¨, sino que a menos educación recibida habrá más mentes marginales y menos emprendedoras.
3) El planificado silencio cómplice sobre la delincuencia desbordada y la promoción de grupos violentos utilizados para el control social en las barriadas pobres y en las eventuales explosiones de protestas de aquellos que persisten en resistirse. Sin importar que miles de vidas inocentes sean cercenadas por manos homicidas.
Asi, puede ser que la "lógica revolucionaria" tenga explicación para todo, para la pobreza, la falta de vestimenta, la destrucción de la industria, las calles, avenidas y autopistas en total ruindad, incluso para el hambre y la falta de seguridad, ya que en su mayoría estas han sido políticas de comprobado éxito para los intereses de las élites gobernantes de la Unión Soviética y la Cuba de los Castro, a costa de los sacrificios y penurias de sus poblaciones. Pero, lo que no puede ser explicado, ni con la enrevesada mente castrocomunista es haber llevado al absoluto colapso el sistema de salud de Venezuela.
No parece que ni los "ideólogos" ni los radicales del gobierno puedan encontrar una justificación razonable para una política en el sector salud que no le da prioridad alguna al mantenimiento ni a la inversión para la construcción de hospitales; que no destina recursos para la dotación de los centros de salud; que niega divisas para la adquisición de medicinas, de insumos, de reactivos o de instrumental médico, tanto al sector público como al privado (a más de $245 millones asciende la deuda del sector con proveedores extranjeros debido a la renuencia del ente cambiario para aprobar las divisas); que se dedique a mal formar apresuradamente a profesionales de la salud con casi total carestía de conocimientos y competencias para resguardar la vida de las personas; que carezca casi en absoluto de estrategias de prevención de enfermedades, tales como fumigaciones, control del suministro de agua y campañas de vacunación; que incluso no haya salvaguardado de la desidia y el abandono a su promocionado, pero esencialmente ineficaz programa "Barrio Adentro", convertido en un cementerio de módulos que ha sido deshabitado incluso por el personal de salud traído de Cuba especialmente para atenderlos, y que hoy en su mayoría se ha dado a la fuga.
Es inexplicable porque esta aberrante política de salud trae de la mano el incremento exponencial de pérdida de vidas, a las que tiene el mandato humano y constitucional de garantizar.
Como también es inexcusable la secuela de hospitales derruidos o que se ven obligados a cerrar servicios vitales como es el caso del Hospital Universitario de Caracas que se vio forzado a cerrar temporalmente el servicio quirúrgico cardiológico por falta de anestesia; el abandono de obras de centros de salud prometidos a la población; la escasez de medicinas y de instrumental médico y la falta de profesionales; la ausencia de programas de salud pública que constituye una condena segura de exterminio de toda la población, en especial la de los pobres que tanta lealtad le guardan al régimen.
Hoy se estima que más de dos tercios de los medicamentos más necesitados no se consiguen en el país a ningún precio. Muchos venezolanos están muriendo por la falta de medicinas para el tratamiento del cáncer, problemas cardiovasculares, diabetes y otras enfermedades crónicas. A muchas personas se les han tenido que amputar sus extremidades porque los hospitales no tienen los materiales que habrían permitido recuperar dichos miembros, según denuncias de Avedem, la Asociación de Distribuidores de Equipos Médicos, odontológicos, de laboratorios y afines, así como la Asociación de Clínicas y Hospitales, hace varios meses.
La negligencia del gobierno ha permitido que el estallido de la "chikungunya" haya alcanzado proporciones de epidemia en los últimos cinco meses: de un caso en junio a unos 9.800 casos en el país, una cifra que se queda cortísima pues según cifras aportadas a la prensa nacional por el Dr. Félix Oleta, ex ministro de salud, coincidiendo con la aparición de la chikungunya en el país se han registrado unos 1.250.000 casos de fiebre aguda, que se sospecha sea debido a esta virosis. Además de la epidemia de dengue con más de 71.000 casos, la cifra más importante en los últimos 25 años; la malaria con más de 73.000 casos, un impactante retroceso con respecto a los 2.000 casos registrados en 1960, y en las últimas semanas el cuadro se agrava con la aparición de casos de fiebre tifoidea importada de Haití.
Pero ahora, para este gobierno del absurdo, las prioridades en salud se enfocan en traer como becarios a un contingente de palestinos para ¨estudiar medicina integral¨, de los cuales ya arribaron al país 119, de los 1.000 palestinos que anunció Maduro.
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